Cuando la mesa cae, las redes resisten y las flores inesperadas
Una reflexión sobre las ráfagas de la vida, el poder de la comunidad y el espacio íntimo donde florecemos
Desperté.
Parecía una mañana similar, aunque algo estaba distinto.
La luz filtrándose por los ventanales tenía una textura más viva, más líquida, fue lo primero que pude ver al salir de mi cuarto. El cielo aún dudaba entre el azul y el naranja, y el aire olía a hojas húmedas mezcladas con recuerdos que no supe identificar. Caminé despacio, como si no quisiera interrumpir el ritmo secreto del amanecer.
Las ventanas se encontraban abiertas, y las cortinas bailando al son del viento matutino.
Un ruido fuerte se había escuchado por la madrugada pero no lo suficientemente alto como para espantar un sueño pesado que tenía a esa hora. Aún no lograba descifrar qué pudo pasar para ocasionar lo que sonó horas antes.
Observando la sala con vista panorámica, mis ojos se posaron por encima de la mesa. Aprecié unas motas de polvo volando a contraluz mientras caían, acumulándose lentamente sobre la superficie.
Todo parecía en calma, hasta que la fuente del estrepitoso ruido reveló su causa: una mesa individual de madera, ahora descansando de forma irregular sobre el piso. Seguramente se venció ante una de las ráfagas de aire matinal.
Esa mesa había sido compañera silenciosa. Me había acompañado en tardes de lectura solitaria, comidas, cafés pensativos y pensamientos que no compartí. Era, en cierta forma, un espacio personal, un reflejo físico de la individualidad y me hizo reflexionar:
"¿Será un indicio o señal ante la culminación de la individualidad?
¿Qué pasaría si la mesa fuera para más de una persona?
¿Haber tenido una comunidad la habría ayudado a resistir?”
Tantas cuestiones se agolpaban en mi cabeza, pero esa idea, la de que en comunidad habría podido mantenerse en pie, me siguió a lo largo del día como una semilla que no deja de germinar.
Pensé en personas que conozco. En quienes han resistido por la fuerza del grupo, y en quienes se han derrumbado sin poder pedir auxilio. ¿Cuántas mesas caen cada día en silencio?
Hay muchas ocasiones en que, precisamente, el apoyo de otra persona nos mantiene de pie al sentir esas ráfagas de la vida, por más efímeras que sean. Solo basta un segundo para doblegarse si no se tiene la fortaleza suficiente.
Claro que, al estar en comunidad:
nuestras debilidades se fortalecen en la interacción
nuestras fortalezas ayudan a los demás
Es como una red de telaraña donde la verdadera resistencia radica en la estructura y flexibilidad, no únicamente en el hilo individual. Y eso, lejos de ser signo de fragilidad, es una demostración de interdependencia sabia.
Una red que se dobla, pero no se rompe. Una mesa que resiste cuando no está sola.
Recordé esa tarde en que quise rendirme. Bastó una llamada breve para mantenerme en pie. A veces no hace falta mucho, solo saber que hay alguien que sostiene con palabras, con escucha, con presencia.
Al regresar a casa, me dediqué a limpiar el polvo que se había colado por algunas horas. Una limpieza que se sintió simbólica: barrer lo invisible, lo acumulado, lo silencioso.
¡Bendita sea la limpieza!
Seguir floreciendo con el tiempo
Ya hacía un tiempo que no había publicado por acá, pero estamos de regreso, en un día diferente pero con la misma emoción de la primer publicación.
Algo que sí siguió creciendo fue la palma de sagú de la que te hablé hace poco más de un mes, si no lo haz leído te lo comparto por aquí.
Increíble ha sido su evolución, la semana pasada cuando llovió capturé esta fotografía como su primer llovizna. Sus colores y hojas grandes me hacen dudar que tiene un mes apenas, lo bueno que tenemos todo documentado.
Aunque esta vez se sumó una planta más… al escuchar que se estaba escribiendo acerca de sus procesos, documentando y compartiendo con muchas personas, ella nos quiso compartir una de las flores más lindas. Esta flor, de igual manera, solo brota una vez al año y coincidió en estas fechas. El color amarillo siempre será emocionante de ver en una flor.
Terminamos con estas tres preguntas que puedes contestar en los comentarios o a manera personal:
¿Cuántas veces nos vencemos sin que nadie lo note?
¿Qué florece cuando nos sostenemos en comunidad?
¿Será que incluso en la caída… hay crecimiento silencioso esperando su primera lluvia?